Periodismo cubano: ¿Alianza con el Poder o de rodillas y punto?


periodicos-2013-12

“Niños, no sean ingenuos: la libertad de prensa no es más que otra ilusión liberal, cuando el Periodismo ha tenido que traicionar a las audiencias lo ha hecho, porque siempre ha sobrevivido de las alianzas con el poder.” Con tal aseveración, cierta tarde en el aula, un profesor destrozó las últimas ideas románticas que nos quedaban a mis compañeros y a mí sobre la profesión que estudiamos.
Atrás ya había quedado el deslumbramiento por descubrir la obra de la genial Oriana Fallaci –capaz de llamar dictador en su propia cara al general Galtieri-, el impulso por la maravillosa prosa de Martí ya había sido suplantada por la rigidez del lenguaje noticioso; también las prácticas laborales habían trastocado la vieja añoranza de reportero “en caliente” por la realidad de “periodista de buró”. Ya en nuestra carrera, como en los viejos amores, nada quedaba de la ilusión primera. O casi nada…
Como consuelo, en uno aún vegetaba la posibilidad de ponerse del lado de los humildes, de aquellos a los que los grandes medios les han robado la voz, que es como asesinarlos en masa en esta sociedad de la información y el conocimiento. Uno, por humilde también, sabe que callarse en Periodismo no es solo ser cómplice de la traición a las audiencias, sino protagonista, porque callar aquí es sinónimo de vergüenza propia: es como ver a un ladrón usurpar el bolso de una anciana y bajar la frente por temor.
Durante esa tarde de otoño caribeño (que es como decir verano en cualquier lugar del mundo), aquel profesor nos hizo desconfiar mucho más de lo que ya lo hacíamos sobre la transparencia y el pundonor de nuestro gremio: ¿Alianza con el Poder? Yo siempre había creído que para que un pequeño grupo ejerciera el poder, necesariamente, tenía que despojar de su cuota natural de jerarquía a los individuos que integran la sociedad dominada; y que de ese mismo despojo, por consecuencia, sobrevenía la injusticia social. Y como yo quería estar del lado de los humildes, de los ninguneados, de los que menos tienen (pues yo soy eso), entonces aquella idea de “aliarme con el poder” me resultó poco menos que repugnante.
¿Cómo, por no resentir ese pacto, iba a ignorar la corrupción de los burócratas? ¿Cómo decir que la economía crece y entrar a mi barrio y ver las calles rotas? ¿Cómo defender que hay libertad de expresión si todos los medios están hechos a imagen y semejanza del poder? ¿Cómo, si periodísticamente hay sinnúmeros de sucesos más relevantes, voy a aceptar que me obliguen a poner como cabeza de lead cualquier acción insignificante de tal o más cual dirigente? Aquellos fueron momentos de triste decepción, como en los viejos amores.
Pero siempre –y eso parece una ley universal- cuando la angustia parece no encontrar fondo, cuando la autovaloración comienza a carecer de sentido, entonces irrumpe otra “falda” para levantarte el ánimo y dejar atrás los sinsabores. La Teoría de la Comunicación (en especial la tradición crítica latinoamericana), me guiñó un ojo y me dijo: “Ven”.
La Teoría es como una de esas damas sobrias, endurecida la mirada por tantas deshonras conocidas. Pero luego que la conoces mejor, que la haces sentirse en confianza, encuentras en ella una sonrisa de primavera. Solo tienes que saber leer entre sus líneas. Así me pasó a mí.
Estudiando a Néstor García Canclini, a Armand Mattelart, y sobre todo a Jesús Martín Barbero, recuperé mis viejos aires de romanticismo. Podría dedicarme ahora a “teorizar” sobre el Periodismo y la Comunicación, sin compromisos ni “alianzas” más allá que con la creatividad y la perspicacia.
De aquellas lecturas me fascinó lo innovador de la perspectiva: por primera vez descubrí un cuerpo teórico en el que los humildes, los ninguneados, los que menos tienen, fueran los protagonistas del acto de la Comunicación, que es como decir de la participación social, y, por ende, de la reivindicación popular ante la injusticia social.
Más allá de algunas tendencias populistas, sobre todo en los artículos fundadores de la teoría, el corpus académico demuestra la capacidad potencial de la audiencia como generadora de nuevos sentidos a los mensajes propuestos por los medios.
O sea, que si comprendemos que la clase más poderosa es aquella que más consigue legitimar su discurso (que es como decir legitimar sus intereses), pero también que la audiencia posee el rasgo de enriquecer, negar, y hasta subvertir el sentido de este discurso, entonces estamos hablando de la composición de un nuevo “poder” que hasta entonces había sido cubierto por el velo asfixiante de la hegemonía elitista, de un nuevo “poder” reivindicativo al que aliarse no constituye una vergüenza, sino un verdadero reto.
Mirar desde esta óptica a la Cuba de hoy, a su sistema de prensa, nos refleja nuevamente que estamos más cerca de la autocracia soviética que de la tradición crítica latinoamericana.
El periodismo cubano, ciertamente, posee notables contradicciones, las que se evidencian en la doble moral discursiva revelada en el tratamiento a los asuntos regionales. (Claro, la prensa no es la responsable de esta resquebrajadura, recordemos que ella simplemente es un apéndice del aparato político al que se subordina). Mientras que en los procesos de integración del continente Cuba es el paladín del respeto a la “pluralidad”, a la “variedad de los caminos nacionales” como principio moral, en el interno no contempla siquiera la posibilidad de disentir, ya no con la meta a alcanzar, sino ni siquiera con la ruta a seguir para alcanzar esa meta. Mientras hacia afuera la prensa se muestra como una damisela educada, hacia el interior no es más que una vieja terca e inflexible; mientras en la perspectiva regional se ve guiada por la brújula de la tradición emancipadora latinoamericana, en la dimensión nacional se aferra al bastón de la autocracia soviética.
Partiendo de estas posturas, sucede entonces que la prensa cubana se identifica a sí misma como “emancipadora”, como “popular” y “anti-hegemónica”, sucede que verdaderamente esas nociones le hacen sentir orgullo porque se sabe a la cabeza de los cambios revolucionarios e integradores de la región, sucede que así se limpia la conciencia cada noche al posar la cabeza sobre la almohada; pero esa misma prensa “emancipadora”, “popular” y “anti-hegemónica”, de cara a su país se vuelve reproductora invariable de las fallas sistémicas, políticamente elitista y aplastantemente omnipotente.
¿Cómo explicarse, entonces, tan marcado contraste si son las mismas personas, los mismos modelos, las mismas instituciones? ¿Por qué la profundidad de los análisis y críticas ajenas, al traspolarse al ámbito propio, se vuelven tan timoratas y superfluas? ¿Por qué hacia afuera tan arriesgados y punzantes y hacia adentro tan cobardes y pálidos? ¿No será, quizás, la influencia de algunos “amigos peligrosos” para el ejercicio transparente de la profesión? ¿Acaso la consecuencia de ciertas “alianzas” con el poder?
En estos instantes –en mi exigüísimo camino por los lares del Periodismo- he comprobado que si los corderos pactan con los lobos no les espera un final feliz; a no ser, quizás, que los corderos sean lobos disfrazados y todo quede en familia. Pero para los auténticos, para los revolucionarios, la única alianza posible capaz de garantizar el ejercicio pleno de la profesión, es con el poder de aquellos que no tienen ninguno.

15 comentarios en “Periodismo cubano: ¿Alianza con el Poder o de rodillas y punto?”

  1. El periodismo y los medios de comunicación siempre han estado de lado del poder … porque son utilizados como medio para divulgar los acontecimientos y la opinión de los poderosos… cuando no han contado con esa adherencia natural que aquellas personas que ejercen el poder en una sociedad adquiera no solo los medios de comunicación y los periodistas que son los que utilizan estos medios como instrumentos para cumplir su noble función de comunicadores en la sociedad … ha utilizado todos los mecanismos que están a su alcance para lograr la adherencia a las ideas y al status quo social … las ideas políticas, el desarrollo de los acontecimientos sociales de todo orden; entre estos instrumentos están la legislación en su forma mas amplia, la censura, el cierre, y la propiedad de los medios, etc. Así los medios van surgiendo como instrumento de comunicación y divulgación de las ideas de aquellos a los cuales representan…Pero por qué representan las altas esferas del poder? porque de todos modos muestran un interés de mantener el orden establecido como lo mas conveniente para la sociedad … entre menos popular sea el gobierno mas presión debe ejercer sobre los medios …

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  2. Aliarse con el poder le ha de parecer repugnante cuando el poder pertenece a una clase dominante con intereses contrapuestos a las mayorías a las que se les ha quitado toda esperanza de alcanzar lo que en un lenguaje humanamente aceptable, el mínimo valor para llevar una vida digna; porque el periodista o comunicador no puede tener otra linea diferente; el poder, la sociedad y los medios todos con el mismo propósito: alcanzar el mejor nivel de vida. Pero como es posible lograr esto?

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  3. Pingback: Chávez

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