¿Cuán socialista (o no) fue José Martí?


Foto Martí

En el punto más alto de Cuba, sobre el Pico Real del Turquino, se eleva perpetuamente un busto de José Martí. Si nosotros hemos situado en tal pedestal al Maestro, no ha de ser para admirarlo contemplativamente, para colocarle flores sobre la escultura de cal muerta, sino para venerarlo mediante la acción y el pensamiento vivo. A tal punto, que la reforma a la Constitución de la República en 1992 —en los momentos más inciertos y tormentosos del país, porque como dice la frase popular, “uno solo se acuerda de Dios cuando truena”— enmendó el entuerto de 15 años atrás, y reconoció que junto a las ideas político-sociales de Marx, Engels y Lenin, los ciudadanos cubanos estamos “guiados por el ideario de José Martí”.
Pero aún, y a pesar de lo que diga la Carta Magna, esa “amalgama” de pensamiento que nos guía por ley se ve cómo en una nebulosa ecléctica. Y parece necesario deslindar, con la precisión y la buena voluntad de un cirujano, hasta dónde llegan las aguas de cada fuente. Y también dónde confluyen armónicamente, y dónde, por querer mezclársele por conveniencia, se les enremolina.
El debate sobre la postura de Martí ante el Socialismo —o la “idea socialista”, como él le llama— ha sido objeto de numerosas miradas desde el triunfo de Enero del 59. Tanto los detractores como los defensores del proceso han tratado de arrimarse la figura del Apóstol, con el objetivo de legitimar o deslegitimar a la Revolución.
Según los intereses personales de cada “estudioso”, se sesga o no las ideas enunciadas en los textos. Se cita un fragmento y se omite la frase que sigue, que aunque no niega la precedente, la contrasta. Porque así es la verdad: con matices. Martí intenta ponerse del lado de la verdad; por lo que ningún polo posterior, con tantas verdades a medias, consigue colocarse al lado de Martí.
Con frecuencia, las investigaciones tratan de demostrar una verdad a priori: el acercamiento o la lejanía al marxismo en su obra; pero para tales fines, se atiende más a lo que “quiso decir” el Maestro que a lo que realmente dijo. Según la bibliografía consultada —y que se relaciona al final del trabajo— los autores han acudido básicamente a dos textos que se encuentran en las Escenas Norteamericanas: Karl Marx ha muerto (1883) y Herbert Spencer: La futura esclavitud (1884).
Estas publicaciones, sin dudas, han sido las más polémicas y referenciadas; y es natural que así sea, puesto que en ellas Martí aborda más explícitamente sus posturas en el tema. Pero esa fortaleza, a la vez, se convierte en una debilidad, porque se roba todas las miradas que podrían dedicarse a otros textos en los cuales, si bien no tan directamente, se aportan pistas de interés para enriquecer el debate.
Por tal motivo, se prefirió consultar para la realización de este trabajo, además de los artículos ya mencionados, las crónicas “Lucy Parsons” (1886), y las dedicadas a los sucesos de Chicago en sus habituales colaboraciones con periódicos latinoamericanos, fechadas el 2 de julio de 1886, el 21 de octubre de 1886, y el 13 de noviembre de 1887, donde el autor ofrece valiosos juicios que clarifican su postura ante el Socialismo.
No pretenderé, como tantos otros anteriormente, ser un “traductor” de las obras, ni un “pitoniso” que, ante el “oráculo sagrado de la palabra”, descifre los “enigmas ocultos” de sus significados. Solo me limitaré, con la mayor de las humildades, a relacionar los pensamientos más evidentes y explícitos. Pero a pesar de toda la buena voluntad en ese empeño, y de los deseos de ser exacto, uno puede pecar de subjetivo y caer en las mismas faltas que critica. Porque, ¿acaso puede delimitarse, con propiedad de razón, cuáles son las afirmaciones martianas más evidentes y explícitas de sus posturas ante el Socialismo? ¿Acaso no me jugará mi postura marxista una mala pasada? Lo que yo considere más revelador a partir de mis lecturas, ¿acaso realmente lo será para otra persona? Tocará a los lectores de estas líneas juzgar el éxito o el fracaso de las intenciones.
Para reducir el campo de error, y evitar la extendida costumbre de “traer las citas por los pelos” según el interés, me limitaré a relacionar, dentro de la lectura de las crónicas seleccionadas, los juicios referentes a lo que podríamos denominar los rasgos distintivos de la “idea socialista”. En este propósito, es lícito aclarar que uno debe centrarse en los postulados teóricos del Socialismo contemporáneo a los textos (entre 1883 y 1887), porque sería injusto hallar relaciones, que bien podrían ser casuales, entre alguna frase del Maestro y las posteriores deformaciones prácticas de la implantación de la doctrina en algún país. Si Martí no las conoció, porque no coincidió con ellas temporalmente, es imposible que opinara al respecto, ¿no?
Ahora bien, cualquier conocedor mínimo de la teoría marxista clásica, coincidirá en declarar como rasgos distintivos del Socialismo, exclusivos de cualquier otro sistema de pensamiento, los siguientes: Economía planificada y propiedad social sobre los medios fundamentales de producción —lo que acarrea inevitablemente la centralización política y económica de la sociedad—; la distribución equitativa de la riqueza nacional una vez obtenido el triunfo; y la lucha de clases como vehículo para conseguir el poder político que impulsará los cambios. Sobre estas pistas se realizará la lectura de los artículos mencionados.
En el acápite económico —espacio fundamental para manifestarse los dos primeros rasgos—, Martí asienta bien sus posturas sobre el asunto de la propiedad. En “Herbert Spencer: La Futura Esclavitud”, afirma lo siguiente:
“Henry George anda predicando la justicia de que la tierra pase a ser propiedad de la nación; y la Federación Democrática anhela la formación de «ejércitos industriales y agrícolas conducidos por el Estado». Gravando con más cargas, para atender a las nuevas demandas, las tierras de poco rendimiento, vendrá a ser nulo el de éstas, y a tener menos frutos la nación, a quien en definitiva todo viene de la tierra, y a necesitarse que el Estado organice el cultivo forzoso.”
Al menos en el tema de la posesión de la tierra, el Apóstol no deja lugar a dudas. Sin embargo, respecto a la polémica de la intervención o no del Estado en la industria ferroviaria, se aprecia una fuerte discordancia con Spencer, y Martí abre una puerta a la propiedad social:
El filósofo inglés censura como si la “tentativa de dar los ferrocarriles al Estado no tuviera, con varios inconvenientes, altos fines moralizadores; tales como el de ir dando de baja a los juegos corruptores de la bolsa, y no fuese alimentada en diversos países, a un mismo tiempo, entre gente que no andan por cierto en tabernas ni tugurios.”
A estos rasgos anticapitalistas —el de la repulsa a los rejuegos financieros de los valores bursátiles—, se suma la inconformidad martiana con las formas de distribución imperantes en la sociedad norteamericana. Ante las críticas de Spencer a las ideas socialistas inglesas, las que procuraban ofrecer mejores condiciones de vida a los pobres de su país, el Apóstol concluye:
“(…) No señala con igual energía, al echar en cara a los páuperos su abandono e ignominia, los modos naturales de equilibrar la riqueza pública dividida con tal inhumanidad en Inglaterra, que ha de mantener naturalmente en ira, desconsuelo y desesperación a seres humanos que se roen los puños de hambre en las mismas calles por donde pasean hoscos y erguidos otros seres humanos que con las rentas de un año de sus propiedades pueden cubrir a toda Inglaterra de guineas. Nosotros diríamos a la política: ¡Yerra, pero consuela! Que el que consuela, nunca yerra.”
Sobre este tema vuelve una y otra vez. En la semblanza de Lucy Parsons —la esposa de uno de los anarquistas condenados a la horca en Chicago— refiere que “no es en la rama donde debe matarse el crimen, sino en la raíz. No es en los anarquistas donde debe ahorcarse el anarquismo, sino en la injusta desigualdad que los produce”.
Sin embargo, y a pesar de su descontento con el método de distribución de la riqueza que conoció en la sociedad norteamericana, no es en el programa económico, ni en la redistribución socialista esbozada teóricamente para la época, donde Martí contempla la solución al problema. A ambos sistemas les hace fuertes críticas.
“«Los agricultores proveerán a la comunidad con un tanto de los productos de la tierra, con otro tanto de zapatos los zapateros, los sombrereros con otro tanto de sombreros, y así cada uno de los grupos, de modo que quede cubierto el consumo nacional; del que se publicará una cuidadosa estadística. La tierra será poseída en común, y no habrá por consiguiente renta, ni intereses, ni ganancias, ni corporaciones, ni el poder del dinero acumulado. No pesará sobre los trabajadores la tarea brutal que hoy pesa. (…) No habrá la miseria que viene del exceso de la producción, porque solo se producirá en cada ramo lo necesario para la vida nacional.»
De todo esto, por supuesto, solo se puede considerar el buen deseo y la verdad de los dolores punzantes que por serlo tanto llevan los planes de reforma a tal exceso. En esos planes falta el espacio preciso para el crecimiento irrepresible de la naturaleza humana, que es la base de todo sistema social posible; porque un conjunto de hombres, solo por transición y descanso puede ser distinto de como el hombre es: lo innatural, aun cuando sea lo perfecto, no vive largo tiempo. El hombre tratará de satisfacer siempre, en lo tangible del mundo, su ansia de lo desconocido e inmenso.”
En términos tan tajantes se refirió José Martí al programa económico de los anarquistas explicado por Lucy Parsons en un discurso en Nueva York. Tal vez el mayor temor del Maestro ante las propuestas económicas regidas por la planificación sería, tanto como su desconfianza en los resultados económicos, la previsión de ciertas tendencias aparejadas a estas prácticas. Por eso advierte en el artículo donde analiza el ensayo de Spencer: “semejantes empresas aumentarían de terrible manera la cantidad de empleados públicos, ya excesiva. Con cada nueva función, vendría una casta nueva de funcionarios.” Ahí radica el pavor del Maestro: en el secuestro de la vida pública por parte de esta “casta privilegiada”:
“Y como los funcionarios son seres humanos, y por tanto abusadores, soberbios y ambiciosos, y en esa organización tendrían gran poder, apoyados por todos los que aprovechasen o esperasen aprovechar de los abusos, y por aquellas fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos el terror, prestigio o habilidad de los que mandan, este sistema de distribución oficial del trabajo común llegaría a sufrir en poco tiempo de los quebrantos, violencias, hurtos y tergiversaciones que el espíritu de individualidad, la autoridad y osadía del genio, y las astucias del vicio originan pronta y fatalmente en toda organización humana.”
“Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio. El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y la labor que pluguiese al Estado asignarle, puesto que a éste, sobre quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las facultades necesarias para recabar los medios de cumplir aquellos. De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se le llama ahora, pasaría a ser esclavo de los funcionarios.”
Martí arribó a tales conclusiones en la década del 80 del siglo XIX, cuando aún ninguna experiencia socialista se había alzado con el poder político. El referente más cercano podría considerarse, si acaso, la fallida Comuna de París (1871).
Aunque años más tarde la práctica demostrara lo contrario, puesto que forzado por las circunstancias organizó la Guerra Necesaria en 1895, el Apóstol cubano no compartía en el período 1883-1887 los métodos violentos propuestos por los socialistas en la lucha de clases. En todo caso, comulgaría con ellos al considerarlos como último medio de reivindicación: “una vez agotado el recurso pacífico, el ánimo generoso, donde labra el dolor ajeno como el gusano en la llaga viva, acude al remedio violento”, dijo al referirse a los anarquistas condenados a la horca en Chicago en artículo del 13 de noviembre de 1887.
Tal vez nacidas de tales concepciones, brotaron las reservas con las que José Martí juzgó a Karl Marx el día de su muerte: “Como se puso del lado de los humildes, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de otros. Mas se ha de hallar salida a la indignación, de modo que la bestia cese, sin que se desborde, y espante.”
No obstante estas consideraciones, puede traslucirse la admiración del Apóstol por el creador de las doctrinas del Comunismo Científico: “Aquí están buenos amigos de Karl Marx, que no fue sólo movedor titánico de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres, y hombre comido del ansia de hacer bien. El veía en todo lo que en sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha.”
El Apóstol no consideraba a la lucha de clases como el vehículo para las transformaciones revolucionarias a las que aspiraba. Aún tales nociones estaban en una fase de desarrollo incipiente en todo el mundo. Martí creía, al menos a las alturas de 1886, en el instrumento que tenía a mano en Nueva York y del que carecía en la Cuba colonial: las elecciones.
En la crónica del 2 de julio de 1886 dedicada a los sucesos de Chicago, el Maestro reflexiona sobre las tácticas de los anarquistas: “Aconsejaban los bárbaros remedios imaginados en los países donde los que padecen no tienen palabra ni voto, aquí, donde el más infeliz tiene en la boca la palabra libre que denuncia la maldad, y en la mano el voto que hace la ley que ha de volcarla”.
Aunque posteriormente, en el artículo del 13 de noviembre de 1887, Martí rectifica varios de sus juicios sobre los Mártires de Chicago y los sucesos violentos en aquella ciudad, en julio de 1886 censura la postura asumida por los líderes obreros. Realiza sus análisis sobre la base de sus concepciones filosóficas y éticas:
“En Alemania, bien se comprende, la ira secular, privada de válvulas, estalla. Allá no tiene el trabajador el voto franco, la prensa libre, la mano en el pavés, allá no elige el trabajador, como elige acá, al diputado, al senador, al juez, al Presidente: allá no tiene leyes por dónde ir, y salta sobre las que le cierran el camino: allí la violencia es justa, porque no se permite la justicia.”
Como ya se dijo, en el texto referido al tema en noviembre de 1887 —conocido popularmente como “Un drama terrible”— el Apóstol actualiza su visión de los hechos y los analiza más calmadamente. Aunque en lo personal se percibe la exoneración martiana a los condenados, no abandona sus posturas previas en relación a los métodos políticos de los anarquistas. Una vez más, José Martí defiende las virtudes del sistema electoral de la modernidad:
“Cegados por la generosidad, ofuscados por la vanidad, ebrios por la popularidad, adementados por la constante ofensa, por su impotencia aparente en las luchas del sufragio, por la esperanza de poder constituir en una comarca naciente su pueblo ideal, las cabezas vivas de esta masa colérica, educadas en tierras donde el voto, apenas nace, no se salen de lo presente, no osan parecer débiles ante los que les siguen, no ven que el único obstáculo en este pueblo libre para un cambio social sinceramente deseado está en la falta de acuerdo de los que lo solicitan, no creen, cansados ya de sufrir, y con la visión del falansterio universal en la mente, que por la paz pueda llegarse jamás en el mundo a hacer triunfar la justicia.”
Cuando uno lee los sucesivos artículos del Maestro referentes a los sucesos de Chicago, se observa un fenómeno poco habitual en el periodismo martiano: la ruptura en la organicidad de los juicios referidos a un tema: si en 1886 llama los mártires “míseros” seguidos por “ignorantes”, ya en el 87 los reviste de un valor apostólico. Sin embargo, el quiebre al que me refiero oscila sobre un hecho puntual —frente al cual mayor información pudo propiciar un viraje en su discurso; recordemos que Martí conoce los hechos de manera indirecta, mediante sus lecturas a la prensa norteamericana— y no en las líneas generales sobre las que basa su ideario; como se demostró, mantuvo la misma postura, aunque matizada, frente al recurso de la violencia y el respeto a las leyes y la vía democrática en Estados Unidos. Tal vez tales desplazamientos muestran la radicalización del pensamiento del Apóstol.
Mucho se ha especulado al respecto sobre el acercamiento o no, en etapas posteriores, de esta radicalización martiana y el socialismo. Tal vez la última referencia clara que ofrezca el Apóstol al respecto sea su carta a Fermín Valdés Domínguez, fechada en mayo de 1994 en Nueva York:
“Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana. Dos ideas tiene la idea socialista, como tantas otras: —el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, —y el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados. (…) Pero en nuestro pueblo no es tanto el riesgo, como en sociedades más iracundas, y de menos claridad natural: explicar será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa. —Muy bueno, pues, lo del 1 de Mayo. —Y aguardo tu relato, ansioso”.
Llegado a este punto del análisis propuesto por el trabajo, luego de relacionar los pensamientos referidos a “la idea socialista” en varias Escenas Norteamericanas y la carta a Fermín Valdés Domínguez, vale la pena replantearse la pregunta que sirve de título a este pequeño ensayo: ¿cuán socialista (o no) fue José Martí?
Las respuestas serán tan diversas como tantos lectores hayan tenido estas líneas. Habrá quienes piensen que, de haberse contemplado otros rasgos del Socialismo —como el antimperialismo, el humanismo, la solidaridad— hubiese variado el sabor del panorama construido aquí. Y tendrán toda la razón. Pero tal vez, lo más importante no sea el aroma que prevalezca, ni cuál visión sobre la eterna polémica sobrepase a la otra: eso solo han sido pugnas posteriores de hombrecillos de papel, caprichos de encasillar, siempre según la conveniencia, la inmensidad del Apóstol. Porque al final, y aunque parezca una perogrullada y una tautología decirlo, Martí fue, por sobre todas las cosas, martiano.

Investigaciones consultadas:
Cañizares Cárdenas, José Luis. (s/f). José Martí y el marxismo: una reflexión necesaria. Escuela Provincial del Partido “José Smith Comas.” Matanzas.
Toledo Sande, Luis. (2013). Luces de José Martí para el Socialismo. Portal Cubarte.
Rodríguez Almaguer, Carlos. (2007). Algunas ideas en torno a José Martí y el socialismo. Sitio kaosenlared.net.
Guerra Díaz, Ramón. (2010). El socialismo y Martí. Blog: Martí, otra visión
Fernández Verdecia, Arnoldo. (2013). El socialismo de estado en la visión del cubano José Martí. Blog: El caracol de agua.
Ripoll, Carlos. (s/f). Martí y el socialismo de Cuba. (versión digital)
López del Amo, Rolando. (2014). José Martí, las ideas socialistas y la revolución cubana. Sitio web: Cubanos en primer plano.
Guerra Díaz, Ramón. (2010). Una disección del artículo “La futura esclavitud”, de José Martí. Blog: Martí, otra visión.

Bibliografía:
Vitier, Cintio (comp.). (1997). Martí en la Universidad IV. La Habana: Editorial Félix Varela.
Centro de Estudios Martianos. (2002). Obras Completas de José Martí. Multimedia.

8 comentarios en “¿Cuán socialista (o no) fue José Martí?”

  1. ¿la lucha de clases como vehículo para conseguir el poder político que impulsará los cambios??? …… habiendo encontrado semejante DISPARATE en el articulo NO prosigo ……….. marx descubrio y denuncio la permanente lucha de clases cuyos dantescas consecuencias aun seguimos sufriendo ……. el socialismo ELIMINARA la lucha de clases porque impondra la dictadura del proletariado

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    1. Bueno, si el proletariado no reconoce la lucha de clases, no tomará el poder político. Y si no toma el poder político, no podrá impulsar los cambios sociales a los que aspira el Socialismo. Eso no me parece un «disparate». Pero bueno, tal vez esté equivocado…. De todas formas, eso no era lo principal del artículo, sino la referencia de los pensamientos martianos sobre la cuestión.

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    2. Hay que ser burro para no entender que sea del proletariado o sea de los angeles del cielo, ninguna dictadura es buena. Significa el exterminio de todos los derechos individuales y la imposición de derechos colectivos para un colectivo formado por esos que ya no tienen derechos individuales! … que frustración la mia con estos Socialistas.. Le quitan al hombre su derecho de Propiedad Privada, devolviendolo a la comunidad primitiva, literalmente.

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    1. Tienes razón. Reproduzco íntegro el comentario en cuestión: Que yo sepa, el dijo «con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar» Y hablando de Marx, al saberse la noticia de su muerte, que habia sido alguien que preconizaba una sociedad mas justa, que compartia sus ideas, pero que no estaba de acuerdo con lograrla por medio de la violencia y el odio de clases. Mas o menos asi lo recuerdo. Marti nunca fue religioso, mas bien algo asi como panteista, o sea con una creencia en el poder de la naturaleza y el hombre injertado en ella. En sus veinticinco tomos reunidos analizo la sociedad de su tiempo y la lucha independendentista de America. Era un fiel admirador de Bolivar. Reconocio lo meritos del imperio pujante que surgia con los Estados Unidos pero fue un implacable juez que previno los excesos del un capitalismo salvaje, que luego devino en imperialismo. Tal cual se convirtio la URRS, luego de Lenin y un camino semejante que va tomando China y la India. En su testamento politico advirtio que toda su lucha que hizo y pensamiento en este aspecto, oculto tuvo que ser para no concitar obstaculos a su deseo supremo de una Latinoamerica unida del rio Grande a la Patagonia y asi impedir que cayeran sobre la America Nuestra las fuerzas del Imperido. Socialista doctrinario no fue, pero sin dudas era un apasionado defensor de los desposeidos, antimperialista y sonador con un mundo justo, culto y con oportunidades para todos. Me quedo ahi. JMGarofalo.

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  2. Rene Camilo, a la verdad, yo respondi a tu propuesta de hacer un comentario pero a partir de la idea sintetizada de la nota. Me disculpo que hice mi escaramusa de opinar, sin haber leido tu articulo-ensayo. Sabes con la premura que se vive y apena queda espacio a veces para la profundidad. Esta manana he leido tu trabajo y me siento bien impresionado que a una edad tan temprana seas capaz de enfrentar con tanta profundidad esta controvertida sugerencia con que encabezas la encuesta. Cuanto habia de socilista en el pensamiento martiano. No adjuro de mi nota, pero cometi el pecado de ser ligero y subestimarte. Chico, apenas comenzando tu tercerda decada, me sorprendo de la capacidad de analisis y profundidad. Entresaco una idea. Es cierto, Marx, aunque conocia algo de America Latina y lo que mas estudio fue el capitalismo naciente, pero sobre todo en Europa, abraza junto a Engels, la lucha de clases como solucion, asi como lal lucha de los obreros por sacudirse de la explotacion. Lenin que vivio mas adante, avanzo algo la teoria cuando hizo su exposicion sobre el Estado. Y lo que dices es muy cierto, Marti creia en una republica donde sin necesidad de aplastar una clase a otra, y por medio de elecciones podrian gestarse una nacion prospera y para todos. En ralidad el mundo actual contradice esa vision al parecer idealista, o idilica pero basada en el mundo que el conocia. Es cierto que en el mundo capitalista existen las elecciones, hay una relativa libertad de expresion, porque sin duda los grandes medios los controlan las transnacionales. Hay libertad de huegas, pero es algo que ha quedado en descredito como medio de lucha, En los propios Estados Unidos, los sindicatos han devenido en muchos casos en organizaciones controladas por grupos de interes y autocratas que observan a la sociedad desde el prisama estrecho de los intereses de los afiliados, no piensan en nacion. Existen elecciones, pero aqui mismo es un reparto entre Democratas y Republicanos por etapas y esta resultado bastante millonario el gasto para sufragar una candidatura. Vienen las execpciones, el caso Obama, pero sin duda, es un hombre del Sistema, y seguro ira igual para una gran multinacional cuando finalice como politico. Pondria tambien de eljemplos positivos a Carter y Clinton…y porque no, al propio Edward Kenedy, ya fallecido. De Europa ni hablar esos seudo democratas dis que social cristianos, etc, o social liberales, al estio de los actuales ministros de Inglaterra y Francia, por favor. Y si obsrvamos al partido popular y el propio psoe, dos galgos de igual collar. Ha surgido una fuerza nueva, desconocida antes como agrupaciones de los desclasados, gente sin trabajo ni oportunidades. China es un capitalismo de estado, igual que Rusia. Un buen augurio es que por fin se va logrando una agrupacion de paises unidos de America Latina, con su mercosur y el intento de un banco comun, etc. No todo es negro y con pespuntes. siempre mientras halla desposeidos habra lucha. Mira, ahora mismo, los Think Tanks, que ya tienen pensado el mundo para 20 anos por delante, con una maniobra maestra han bajado el petroleo que llegara quizas a los 30 dolares y tienen en jaque a Rusia, Arabia Saudita, Los Emiratos, Iran,..Venezuela ni hablar. Cuando debieron hacer infrestructura economica y diversificacion para no depender solo del petroleo, fueron lentos para su peso, poco previsores…y amenazan desastres para el hermano pais. USA ya no necesita un dolar desvalorizado para poder competir en economia, y ahora con la extraccion de petroleo de enquisto, ya anuncia que vendera petroleo, y quizas hasta gas. Asi anda el mambo. Pedirle a Jose Marti que se pensara todo esto, o a Carlos Marx, seria una barbaridad, Marti tuvo una luz bien larga, incluso en muchas aspectos aun ilumina. Y Marx igual, porque sera que muchos economistas del occidente estudian y profundizan en sus tomos de El Capital…por brutos no sera? Me quedo ahi. Caramba, mi amigo joven, te aseguro que advierto con orgullo que viene una oleada de cubanos jovenes como tu y Arnoldo y otros, que me permiten asegurar que HAY ESPERANZAS, QUE NO TODO ESTA PERDIDO. jmGAROFALO.

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    1. Muhcas gracias por su comentario. Tienen mucha razón en lo que dice: es una barbaridad pedirle a esos grandes pensadores que dilucidaran con precisión tantas décadas después. Pero «por lo noble se ha de juzgar», como dijera el Apóstol, y uno debe guiarse por la guía humanista de sus idearios, y no tomarlos al pie de la letra como una orden religiosa. Pero antes de eso, primero debemos saber «qué» dijo «quién» de «qué». Ese ha sido el objetivo de este trabajo.

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